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Kerry Bishop estaba dispuesta a hacer frente a cualquier peligro para salvar a aquellos nueve niños, pero lo que no esperaba era el mayor de los peligros: una irrefrenable pasión. Sabía que no podía dejarse llevar por aquellos sentimientos, su vida dependía en gran parte de aquel atractivo fotógrafo.


El compromiso de Kerry con la labor que ejerce en Montenegro, la lleva a maquinar un plan para evacuar de la zona, en plena guerra civil, a nueve niños que han perdido a todos sus familiares, para ello necesita un mercenario, que la ayude, ya que ella sola, es imposible que pueda llevar en tres días a través de la selva, a nueve niños, todos menores de edad.

Su plan sale medianamente bien, cuando ve al que ella cree que es un mercenario, y, a base de promesas y engaños, lo consigue convencer que eso es lo que le conviene. No se dicen ninguno de los dos todo sobre ellos, pero en esos cortos tres días, aparece en su mundo, la atracción, que se convierte en una pasión devoradora, insatisfecha y culpable, debido a unas mentiras encubiertas.

Lo que me gusta de Sandra Brown es que sus temas son casi siempre comprometidos y a veces duros, lo que no es el caso de ésta historia que resulta muy tierna, por el cambio que sufre el protagonista, a través de la trama, de un ser egoísta, que sólo piensa en si mismo, a un hombre preocupado por nueve niños y una mujer.

Es una novela escrita con un lenguaje cotidiano y sencillo, que te llega y entiendes. Pertenece a una serie, Hombres peligrosos, y ésta es la segunda parte. El hombre peligroso se convierte en todo lo contrario, cuando se enamora.

Muy recomendable de leer, entretenida, tierna y bonita.