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Bristol, Inglaterra, 1787, en vísperas de una de las migraciones más importantes de la historia. Cientos de prisioneros iban a ser arrancados de su tierra natal y forzados a emprender un duro viaje por mar para poblar tierras desconocidas y hostiles. Durante la dilatada travesía, los convictos se enfrentaron con valor al trato brutal infligido por los oficiales británicos, pero sólo algunos lograron desembarcar el 19 de enero de 1788. Abandonados a su suerte en tierras australianas, su llegada sería sólo el principio de una larga odisea. Richard Morgan, uno de aquellos convictos, pronto logró ganarse la admiración de sus compañeros. Inteligente, seductor y de voluntad férrea, se rebelaría ante a la injusticia de su situación y afrontaría con coraje todas las adversidades. En su lucha por hacerse un sitio en su tierra de adopción, Morgan habría de conocer el lado más cruel del ser humano, pero también el amor y la amistad más sinceros.

Mi abuela decía una frase que a mí, me marcó mucho y que no he podido olvidar nunca:
“Qué Dios no nos mande todo lo malo que pueden aguantar nuestras espaldas”
Pues esta historia es un ejemplo de esto y de la superación del ser humano, de cómo los infortunios, pueden hacerte, incluso una persona mejor y más fuerte.

La historia empieza en Bristol, contando la vida de Richard Morgan. Vive con sus padres, regentando una taberna, está casado con la mujer que ama y tienen una hija.
Sin embargo él piensa en salir de ahí y desempeñar otra profesión, lo que consigue cuando le ofrecen ser armero.

Así transcurre su vida hasta que, la suerte decide darle la espalda y pierde todo lo que ha conseguido tener. Un desastre tras otro le llevan, siendo inocente, a la cárcel.

Consigue no derrumbarse y seguir adelante luchando gracias a su carácter de hombre honrado y luchador, recibe ayuda de sus amigos y a fuerza de tesón y trabajo, consigue una buena posición entre los presos y el respeto de sus carceleros.

Aquí viene el tema principal de ésta historia, la deportación hacía Australia de todos los convictos que desbordaban las prisiones de Inglaterra. Richard Morgan estaba entre éstos.

La travesía hacia su destino, está plagada de sufrimiento y lucha por sobrevivir, no todos llegaban, pero sí Richard. En esa nueva tierra, después de pagar su deuda a la Corona Inglesa, consigue su libertad y reinicia una nueva etapa al lado de su esposa. Siente que ahora es realmente la persona que siempre a querido ser, que desempeña un trabajo que le gusta y que el futuro que se presenta ante sus ojos, puede conseguir hacerle feliz.

En su epilogo la autora cuenta que no se sabe, con seguridad por qué Inglaterra decidió enviar estos delincuentes a poblar Nueva Gales del sur, pero lo que sí es cierto es que el experimento salió bien, debido al temple de esas mismas gentes, porque sobrevivir en aquella tierra fue un hecho épico.

Me ha impresionado mucho, aunque ya había leído algo acerca de estas migraciones de convictos, nunca algo tan duro y realista. Es un periodo de la historia que siempre me ha apasionado y tengo que decir que aunque el libro tiene 1044 páginas, no me ha decepcionado nada y a pesar de que algunos párrafos los he tenido que releer, para poder asimilar todo lo que se cuenta, ha merecido la pena terminarlo.

Lo recomiendo como una buena lectura, a l@s amantes de la historia y especialmente de este periodo, esta es mi humilde opinión.

Puntuación: Un 7,5